viernes, 16 de octubre de 2009

Uno de mis últimos poemas: Conversación con Pacal Votan


Y todo comenzó,
según me dijiste,
con la primera dinastía en Egipto,
con la primera ciudad de Uruk en Irak.

Y todo terminará
según me dijiste,
un 21 de diciembre.
Solo nos quedan tres años.

Yo, embarazada,
con doce estrellas,
tengo mis pies en la luna
igual que Ella,
ambas en el exilio
añorando la pérdida.

Ahora, con la piedra parlante
a la que resguardan
los nueve poderes del tiempo,
te hablo nuevamente a ti,
Pacal Votan,
para que salves a mis hijos.

jueves, 1 de octubre de 2009

Carmen Locay de García, cubana


El sábado 26 de septiembre asistí a la tertulia Arte Insomne, a la cual nos convoca todo último sábado de cada mes nuestra querida hermana Odaliz de León. Allí se escuchó muy buena poesía, pero decidí compartir con ustedes un poema que de manera hermosa leyó nuestra querida Carmen, esposa de Raúl García Huerta, a quien admiramos, respetamos y queremos mucho. Como un pequeño homenaje para ellos, que tanto merecen, transcribo aquí el poema: "Ese ahijado":


Ese ahijado
que al mundo nacía
en medio de halagos
y de algarabía,
que su niñez toda
envuelta en ternura
y amores profundos
feliz transcurría,
contornó su vida
una gran familia
y a más de sus padres,
abuelo y amigos,
ocho tíos tenía.

Pero llegó un día
que una nube negra
cubrió nuestra isla
cuando él apenas
trece años cumplía.
Invisible mano
con garras de acero
y cruel cobardía,
separó por años
estos sentimientos
que unidos vivían.

Y pasaron horas,
y pasaron días,
y pasaron meses,
y años hasta treinta
con cruel agonía.
Y pasó este tiempo
sintiendo en profundo
mis manos vacías.
Y quise besarlo
a través del tiempo
enviando un mensaje
en aérea misiva.

Pero una voz dura
traspasó los aires
y advirtió rotunda
que él tenía un camino
y yo, otro tenía.
Que no le estorbara
en su feliz día.
Me perdí sus sueños,
me perdí sus lloros,
me perdí sus risas
y sus alegrías.

En estos seis lustros
presentía verle
en cualquier esquina,
en las alamedas,
en los aeropuertos,
en las avenidas.
Y fueron seis lustros
de alucinaciones
y de despedidas.
De adioses eternos,
de sollozos truncos
y de frustraciones
nacidas día a día.

Y así, de repente,
se me dice un día
que al fin le vería.
Que aquellas mentiras
que llenaron su alma
y la fantasía
que él tejió con ellas
se desmoronaron
en menos de un día.
Y ahora me encuentro
en ese momento
en que podré verlo.
Y ahora presiento
que ni una palabra
pronunciar podría.

Todas fueron dichas
en diálogos mudos
que con él yo tuve
en la lejanía.
Y sólo un abrazo
y un beso en silencio
sellará este encuentro
y hablaremos mucho,
menos del dolor
de vidas perdidas.