viernes, 20 de junio de 2008

sábado, 14 de junio de 2008

Nostalgias para poemas

A partir de hoy, publicaré en el blog algunos "poemas sin nombre", parte de los ecos de mis antojos y que los he titulado en su conjunto como "Nostalgias para poemas". Fueron escritos en diferentes momentos de mi vida, en diferentes épocas del año, con diferentes estados de ánimo, con inspiraciones diferentes, así que tienen diferente olor, sabor y sonido (disculpen la reiteración de "diferente"). Como bien dijo --en mi opinión-- Dulce María Loynaz, "La poesía no tiene que ser útil. Tomarla como profesión o propaganda me parece como una profanación", estos poemas no son de utilidad alguna, sino que simplemente salieron de mi pecho desgarrándolo y ... ¿quién sabe? pudieran sentir que salen del pecho de cualquiera de ustedes.

I
no quiero que cuentes la tardanza
de mis húmedos deseos con tus manos,
espérame, que iré sin otro traje
que la bondad y el dulce antojo de amarte ...
... para atrapar tu luz con mis madejas,
para tejerte en torno a la esperanza
y no dejar que escondan las estrellas
tu aroma, tu anhelo, tus palabras.

II
Me vestiré de espuma,
tú en el viento
me buscarás cantando
y la guitarra llenará
de arpegios el frío aliento
cobijando tu brisa
y mi nostalgia.
Con lazos juntaremos los anhelos
y asomados a la melancolía,
reuniremos travesuras y deseos
para besarnos ... día a día.

III
Hoy tengo perdido el horizonte de mi presencia,
mi horizonte.
¿A dónde voy?
¿Por cuál camino encontraré mi verdad?
Me pierdo con la bruma de mis confusiones
y siento cada amanecer
Esta noche me despedí de la esperanza,
y prometió no volver.
¿Por qué me abandona
a solas con las culpas y los llantos?
Necesito una virtud, tan solo una,
que me rescate del insondable
abismo de lo incierto ...
... para volver a la creación de la leyenda
y encontrar mi sonrisa y mis anhelos.

IV
Anhelo aunque sea un reproche
en tu mirar
y es porque ansío
la cotidianidad
para nuestras vidas.

V
¿Has oído hablar de sueños?
Te hablo
de los que nos llevan
de la mano
por el arco iris,
de los que nos provocan
sensaciones
a la orilla
de nuestros impulsos.
Me refiero
a los que excitan
nuestra ternura,
y nos permiten
pasear junto
al hechizo
inconmensurable
de lo insólito.

VI
¿Sabías acaso
que te buscaba?
Hace muchos sueños
busco tu ternura
y mis manos
se imaginan tu silueta.
Hace muchos besos
mis labios te esperan
y mis ojos
lloran por tu ausencia.
Hace muchas caricias
mi cuerpo te llama
y mi corazón
necesita tu presencia.
¿Sabías acaso
que te buscaba?

VII
Me sale una frase
del recuerdo mismo,
hago un último intento
por poemizar mi esperanza.
Pero mohosa palabra
no cabe en este verso
y no encuentro vocablo
que no agonice en el intento.

VIII
Si se me extraviara,
aunque sea por un rato,
la tristeza ...

IX
Detengo la inspiración
de mi último poema
para abrigar una esperanza.
Memorizo la melodía
de tu voz para escuchar
lo que no has dicho.
Atrapo la ilusión
de la primera vez
para que nunca sea la última.
Guardo la sencillez
de mi intimidad para mañana,
cuando tú me necesites.

X
Cúbreme con la ternura
y dame el verso
para alcanzar tu orilla,
ocultando mi dicha
de toda impertinencia.

viernes, 6 de junio de 2008

Descúbreme

Descúbreme
en el amanecer
de sábanas limpias
y en el olor a café.

Descúbreme
en el rayo de luna
que inoportuna
tu privacidad.

Descúbreme
en tu piel,
en tu aliento,
y en toda tu sed.

Descúbreme
en el reflejo
de tu existencia
inevitable.

Descúbreme
que te espero
en la nostalgia
de tus recuerdos.

lunes, 2 de junio de 2008

Solo entonces sonreí

Nunca antes había percibido esa sensación, tan extraña...
Me encontraba en un lugar en que no había estado
y sin embargo, me resultaba familiar.
En realidad, no todo me era familiar,
pero algo me hacía no sentirme como una extraña
y no supe qué era hasta... después de haber regresado.
Entonces sonreí.

Sí que era extraño el lugar,
Todo estaba envuelto en una neblina rosa, brillante, casi transparente
y aunque hubiera parecido un paisaje agreste,
la música le proporcionaba cierta belleza.
¿La música?, sí, el ambiente era musical
y una melodiosa brisa me envolvía,
imprimiéndole caprichosos movimientos a mi túnica azul celeste.

Yo caminaba, aunque a decir verdad,
me deslizaba a pocos centímetros de aquel suelo pedregoso
de los colores más vivos que puedan imaginar.
Cuarzos, malaquitas, mica, rodomitas, aguardaban mi andar
y parecía como si me recibieran con un murmullo musical,
casi imperceptible.
Y la luz.
No sé de dónde provenía aquella mortecina luz que reinaba en el lugar.
Hubiera parecido en ocasiones lúgubre, pero no lo era.
¿Dónde estaba?
¿Cómo había llegado hasta allí?
¿Qué me había llevado hasta ese lugar?
¿Para qué?

Y todo lo contrario a lo que pudiera ser,
yo no me sentía sola aunque nadie había por aquellos solitarios parajes.
Recorrí así aquel lugar y a cada golpe de vista
recibía una impresión diferente, una belleza distinta.
De veras que es una lástima que no haya sido pintora
para llevarlo a lienzos, ni que haya sido escritora para describirlos.
Lo mismo me veía ante un paisaje volcánico,
que ante un precioso y brillante mar,
que ante una vasta llanura,
o ante una cadena de nevadas montañas.

¿Ya dije algo de la música?
Lamenté no llevar papel y pluma,
pero creo que ni habiéndolos llevado
hubiera podido trasladar al pentagrama
tan bella, extraña y sensible melodía.

Decidí sentarme en una gran roca
desde donde podía mirarme en aquella superficie brillante.
Me sentía... tan extasiada...
Un leve temblor recorrió mi cuerpo, ya no estaba sola,
en la brillante y azulada superficie apareció ÉL.
¿Sería cierto?
No quería levantar los ojos
para no tropezar con la triste realidad que no estuviera.
Pero aquella sonrisa me decía, como otras veces:
“Ya estoy aquí, ven...”

Fue entonces que mi mirada tropezó con la de ÉL,
solo entonces sonreí.
¡Era ÉL!
Yo sabía que volvería a verlo...,
me vi de pronto en sus brazos,
mis labios se confundieron con los de ÉL y pude acariciarlo,
sus dedos se enredaron en mis cabellos,
mis uñas arañaron suavemente su espalda...

No nos dijimos nada, la música nos embelesaba
y si nuestra unión siempre había sido bella,
lo era más aún...
Nada enturbiaba la armonía del momento,
ciegos de ensueño nos amamos intensamente
hasta que el rocío del amanecer humedeció nuestra piel,
refrescándola.

Fue entonces cuando le pregunté:
“¿Dónde estamos?”
Y me contestó:
“En mí”.

No sabía yo cómo había llegado hasta allí,
pero nada me interesaba a no ser el disfrute del lugar,
del amor, de nuestro amor.
Caminamos de la mano bajo aquel cielo iluminado por tres soles;
ahora me daba cuenta que no era azul, era rosa.

ÉL se acercó al suelo y escogió una pequeña piedrecita
que despedía destellos arco-iris. Me la regaló.
¡Cuán bella era!
La contemplamos unos segundos en mi mano derecha y la cerré,
queriendo atrapar con ello la felicidad.

Nos amamos nuevamente,
con vehemencia nos besamos,
nos entregamos el uno al otro, como tantas veces...

Presentía que el momento de la despedida iba a llegar
—no me pregunten por qué—,
pero no quería pensar en ello.
Pretendía tan solo ser feliz..., nuevamente.
Hubiera preferido quedarme, no regresar nunca más, pero...
... desperté. A mi lado, el espacio vacío de ÉL.
En mi pecho, el libro que leía antes de dormirme;
el diario de mi esposo en la expedición a aquel planeta,
de la cual no pudo regresar más.

De mi mano derecha salían unos destellos arco-iris,
la abrí y no me cansé de mirar una diminuta y extraña piedrecita...
... solo entonces sonreí.

domingo, 1 de junio de 2008

A ti

A ti, mi fiel amado,
estos versos.
Tú, que estás
presto siempre a la caricia,
en las noches cálidas,
en las mañanas frías.

A veces
me entrego a ti
con toda mi sed,
tu caricia me envuelve,
tu aroma me embriaga,
y resbalas sobre mi piel.

A veces
vienes tú a mí
con toda tu humedad,
tu aroma me envuelve,
tu caricia me embriaga,
y en ti resbala mi piel.

A veces,
a veces.
Pero estás siempre allí.
esperando mi piel
y urdiendo nuevas caricias.
Por eso ahora,
en que no puedo estar contigo,
te recuerdo y susurro:
¡Gracias, mar!

Un nuevo mundo


Un nuevo mundo comenzaba
y yo allí,
en ese mundo nuevo
y con mi memoria.
Algo recordé
y me lancé en su búsqueda.
No descansaría
hasta hallarla.
... horas de cansancio...
... lágrimas de desesperanza...
¡Apareció!
En un apartado lugar estaba.
Ella allí y yo con mi memoria.

Ella, esperando ser abierta,
yo allí para impedirlo.
Cerca, un volcán nos esperaba.
Me lancé con ella a la boca de fuego,
moría en mi sonrisa,
pero nadie podría allí,
en ese mundo nuevo,
abrir la Caja de Pandora
.

Él quería creer en ella..., pero no podía


ÉL quería creer en ella..., pero no podía.
Había andado muchos pasos y no llegaba a verla,
tenía tanta sed, y no podía beberla,
estaba turbia y no era esa el agua que necesitaba,
de la cual había tomado una vez, tan quedo,
que por mucho tiempo no volvió a experimentar esa sensación.

Pero ahora la necesitaba... y solo ELLA debía ser.
Caminó por escabrosos senderos y espacios rutilantes,
la buscó en parajes llanos y en altos páramos, pero...
Nada, la búsqueda resultaba infructuosa.
ELLA no aparecía.

Ya deliraba y creía verla a cada paso.
Necesitaba tenerla cerca, tenerla,
y la llamaba como un loco.
ELLA tenía que oírlo,
debía saber cuán necesaria le era
y acudir a su llamado.

Ya extenuado, las estrellas lo rodearon
y lleváronle por un camino galáctico hasta su gruta.
Calladas, se fueron a cumplir su misión nocturnal
y allí le dejaron.
Solo se escuchaban las notas de un arpa eólica
y la palabra que ÉL adormecido musitaba: ELLA... ELLA

De pronto, sintió como si su cuerpo se cubriera de una agradable humedad, un aroma delicioso lo rodeaba, pétalos lo acariciaban.
Sació su sed con vehemencia ardorosa
y en sus labios sintió el néctar inconfundible de ELLA.

Entonces creyó en ELLA. ¡Era ELLA!
Acudía a su llamado.
No eran necesarias las palabras,
confundiéronse en un abrazo que cual destello los unía para siempre;
el sexo de ELLA fue de ÉL, y el de ÉL fue para siempre de ELLA.

Y en esa unión ÉL dio la bravura, ELLA la belleza;
ELLA dio el agua y ÉL dio el espacio.
Brotaron entonces, de aquella gruta, los mares.

Recordando



Si bien tuve abuelos paternos y maternos maravillosos, también tuve la grandiosa oportunidad de que otra persona me considerara su nieta. A él, a Manuel Navarro Luna, o como siempre le dije, "Abuelo Navarro", van dedicados estos versos.




Recuerdo sus canas brillantes
jugando con el aire,
y sus espejuelos
que escondían sus ojos
con los que decía tanto.

Le recuerdo aquella tarde
en su cuarto,
rodeado de libros y papeles
y los dedos buscando palabras
con las que decía tanto.

Recuerdo sus consejos,
sus palabras cariñosas
y sus mimos y regaños.

Solo puedo recordar,
ya no lo tengo a usted ahora
aunque sé que siempre
lo tendré a mi lado,
y me dirá tanto...



La entrevista


Para mí fue algo muy lindo conocer a Martha Jean Claude, "Mamita", a quien quería hacerle una entrevista diferente y siempre, por una u otra razón, dicha entrevista se posponía. Llegó desafortunadamente el momento en que no pude seguir posponiéndola, en que no pude hacerle la tan soñada entrevista. Esto que leerán fue mi conversación con Mamita cuando estaba dormida, ya para siempre.

¿Recuerdas?
Quería entrevistarte
y aquí, en mi gaveta,
quedó la pequeña grabadora
con el casete “en punta”.
Allí, en otra gaveta
quedaron las hojas,
una con algunas preguntas
—que ya no tendrán respuestas—,
otras blancas, como la espera.

¿Recuerdas?
Soñaba escribir un libro
con tu voz,
con tu sonrisa,
con tu Caribe meciendo la tarde.
No hubo entrevista.
Ahora no hay libro.
—¿más adelante quizá?
No sé si pueda.

No tengo las respuestas
a mis preguntas
—tan solas en
aquella hoja tan blanca.
Hoy es lo menos importante.

No tengo tu voz
en la cinta de mi casete
—inmóvil en esa,
mi pequeña grabadora.
Hoy es lo menos importante.

Pero llevo conmigo
tu mirada tierna,
tu inconfundible risa,
tu cariño tan cercano,
tu voz tan del Caribe.
—haitiana, cubana.
¡Caribeña!

No te recuerdo inerte. ¡No!
En sueños te me apareces
con tu inefable canto,
me invitas a bailar
con tus collares y tambores,
y me percato
que mi voz no es la mía,
es la tuya con todo mi ser;
que mi cuerpo no me pertenece
pues es ya parte de tu danza.

Entonces, ahora,
¿qué importa
una entrevista?

Recordarte no es el verbo.
Porque no te fuiste,
porque no estás lejos,
porque te has quedado,
Mamita,
y para siempre.

Todo Caribe


Dedicado a Nancy Morejón, poetisa cubana, con la cual aparezco en la foto junto a la escritora estadounidense Alice Walker.


Miré a tus ojos
allí estaba todo él.
Miré tu sonrisa
y allí también estaba pleno.
Miré tu voz,
cual torrente, manantial
y estaba también allí completo.

Todo el caribe
cabe en tu mirada,
en tu sonrisa, en tu voz.
Todo el Caribe.

Yo diría
—si me permiten—
que el Caribe eres Tú.

Tenue rayo


También edité un poemario bilingüe de Miguel Barnet y un 28 de enero, en su cumpleaños, le regalé estos versos:

En este mundo de tinieblas,
de odios,
de volcanes,
de gritos,
de humo de tanta pólvora...
En este mundo sin dioses
y con muchos dioses,
sin aliento,
sin esperanza...
Queda una luz,
queda la calidez
de un tenue rayo.

Será este mundo iluminado,
de ternura,
de surtidores,
de vicarias,
de milagrosas fragancias de mayo...
Será este mundo con dioses
y sin muchos dioses
un mundo de fe,
de esperanza...

Queda esa luz,
queda la calidez
del tenue rayo.
Tu poesía y tú.

Gracias



Tuve la oportunidad de editar un poemario bilingüe de Roberto Fernández Retamar y de trabajar con él. Conocí a un gran escritor, pero sobre todo, a un hombre de un gran corazón. Quise de alguna forma darle las gracias por haber trabajado con él y con sus poemas, aquí tienen el resultado.

Gracias,
por brindarme la oportunidad
de manosear sus versos
—en inglés—
y de leerlos
—en español—
como quien quisiera escribirlos de nuevo
y no los alcanza.

Gracias,
porque pude reafirmar mi concepto de Patria,
porque aprendí cuánto vale un Aniversario
cuando está presidido por el amor.

Gracias,
por traer a mis recuerdos
aquel día en que dije “sí a la historia”,
que “el alma (...) es definitivamente mortal”,
que “el hombre no es de piedra” y que
Es mejor encender un cirio que maldecir la oscuridad.

Gracias,
Por tantas cosas que aprendí:
que “lo exacto se hace azul”,
cuál es la “única raza realmente superior del planeta”,
que se puede escribir un poema “con un trozo
sobrante de Casiopea”, y
que “por lo pronto ya sé: no bajar la cabeza”.

Gracias,
porque cuando me pregunto ¿Y Fernández?
hallo respuesta en El fuego junto al mar,
y cuando Uno escribe un poema Con las mismas manos
con que ama,
Detrás de una ventana aparecen Un hombre y una mujer,
y es entonces cuando se nos escapa
el mejor de los sentimientos.

Gracias,
porque Por un instante pensé en ni siquiera tener
una Sonata para esos días y piano
o saber dónde se hallan Las puertas del cielo,
o no saber ciertamente si concluyó o no
“aquel poema sobre la Comuna”.

Gracias,
porque descubrí que Es bueno tener de vez en cuando
una Nota junto a la almohada
y Es bueno recordar aquellos Ojos llenos de letras
para rendirnos Ante la belleza en la
Última estación de las ruinas.

Gracias,
por presentarme a Juana de un modo diferente,
por enseñarme dónde vivió Brecht: Aquí,
por compartir conmigo La última carta a Julio Cortázar,
un café y los recuerdos de Yeyé,
por “no ser ni creer”, sino sentir
Una salva de porvenir en la brisa.

Gracias,
ahora,
y para siempre.


No les voy a contar qué sucedió cuando, en un arranque de atrevimiento, se lo dí a leer al propio Retamar. De ese momento escribí lo siguiente:

El día que pude casi versar un haiku

No quiero perderme
cada expresión de su rostro
cuando en silencio leía
mi poema —su poema.

Y al final,
lo inesperado,
me llamó poeta.

De la loma al verso



Con todo el cariño del mundo le dediqué estos versos a Pablo Armando Fernández, por quien siento un gran cariño y lo más importante, sé que es recíproco.


desde la loma de la cruz
se han escrito mis versos
sin importar dónde ha estado
este mi cuerpo
mi yo material tangible

que siempre asciende
peldaño a peldaño despacio
para llegar hasta la cruz
cruz de mi niñez de mi pueblo
solo entonces escribo

allí sentada en un banco
que solo es mío para mí
en el banco que me cuida la nube
y aquel rayo de sol
y la estrella que más brilla

pues son todo mías las calles
que vienen a mí sin preguntar
con los parques y sus pasos
con las vicarias de entonces
y un general al frente

desde la loma de la cruz
peldaño a peldaño despacio
en el banco que me cuida la nube
con las vicarias de entonces
me viene a la memoria el verso

Glosa a Carilda

Tuve el honor de conocer a la gran poetisa matancera Carilda Oliver Labra. Su dulzura me inspiró esta glosa que sé le gustó mucho, algo que me emocionó extraordinariamente.

Amado: cuando yo duerma,
Cuídame tu mano mala:
Siempre supe que es un ala
Que aquí en la tierra se enferma.
Carilda

Quiero verte en la aurora
y que en la bruma me beses,
acunarme en tus reveses
y sentir a cada hora
esta paz consoladora:
toda mi albura en tu esperma
y que esta, mi tierra yerma,
al final deje de serlo
para que tú puedas verlo,
amado, cuando yo duerma.

Y dormiré en tu regazo
para soñar con tus besos,
tus caricias, y con esos
susurros y con tu abrazo.
No, amor, no me hagas caso,
no sé volar sin mi ala,
mejor me quedo en la sala
para cuidar de nosotros
y antes de que lleguen otros,
cuídame tu mano mala.

La mano que siempre loca
acarició mi inocencia
y derramó su presencia
en mis senos, en mi boca,
que hace tierno lo que toca,
que mi demencia hala
y que casi como bala
se adentró en todo mi ser.
Pero he de reconocer:
siempre supe que es un ala.

Ala que cuida mi aliento,
mi ilusión desvanecida,
mis recuerdos y mi vida,
y que en cada nuevo intento
perdona lo que yo siento.
Y perdóname que duerma,
siento que mi aliento merma,
deja salir mi alma pura
pues en el cosmos se cura,
que aquí en la tierra se enferma.

Al Caballero de la Triste Figura


Este poema está dedicado a todo aquel que se sienta Quijote, que sienta que su lanza puede ser útil aún en este siglo, que se sienta capaz de cabalgar de nuevo Rocinante.

En un lugar de la Mancha de cuyo
nombre no quiero acordarme...
Miguel de Cervantes y Saavedra

Quiero hablar con usted,
con Don Quijote de la Mancha,
con el caballero Andante
y no con Alonso Quijano.

Quiero que en un momento
deje de pensar en Dulcinea
se olvide del Caballero de la Blanca Luna
y cabalgue Rocinante
para pedirle tan solo
que no baje su lanza
pues la necesitamos en este siglo.