sábado, 31 de mayo de 2008

Conversación con una flor



Mi abuela, Doña Josefa Aused salió también jovencita de España, de una aldea en los Pirineos Aragoneses llamada Barbaruens. En su primer matrimonio tuvo dos hijas: Nieves y Lilia, y en su segundo matrimonio con Don Juan Laplace tuvo tres hijas --Juana, Josefa y Carmen-- y un varón --Juan, en Holguín, pueblo del que hizo su propio terruño. Tenía pasión por un tipo de flor con la cual yo tuve una conversación en homenaje a ella y quiero compartirla contigo:

Quizá porque aparentemente ninguna belleza te adorna.
No, no te pongas brava, no hagas ese mohín con tus pétalos
y escúchame, por favor.
Eres poseedora de cinco pétalos de forma nada conmovedora
—convencionales, diría yo.
Ni siquiera eres una flor altiva que se yerga entre las restantes.
Si tuvieras más pétalos, como los heliotropos, serías más atrayente, ¿no?
Pero eso es precisamente lo que me gusta; eres sencilla.
Tu ingenuidad se trasluce en esa forma simple de tus pétalos,
poseedores de una gran capacidad para la ternura.
Además, ¿te has fijado en tus colores?
Nada llamativos, poco intensos los tonos.
Es como si no te maquillaras.
Por eso te prefiero, por tu naturalidad.
Cuando te veo blanca, tu pureza resalta por sobre otras virtudes
y me parece por instantes que solo yo tengo el privilegio de disfrutarla,
como quien disfruta —a solas— de un concierto.
Cuando te me presentas malva-rosa,
es como si la eterna juventud estuviera por ti representada.

Y siempre, con ese donaire de sencillez.
luciendo tu modestia con modestia.
Yo te veo así, pero parece que otros no.
Es como si no te pudieran ver más allá de tu exterior,
o como si no te vieran, simplemente.
Los poetas le han cantado a las rosas, a los girasoles,
a las margaritas, a las orquídeas, a las mariposas, y a tantas otras...
y de la sensibilidad de esos poetas nadie duda.
Han sabido penetrar por entre los pétalos de esas flores.
¿Será que esos poetas nunca han tenido cerca un cantero sembrado de ti?
... es posible.
No tienes la fragancia de la rosa, ni del jazmín.
Pero yo te siento el aroma de la agradecida flor ante el rocío,
ese olor tan propio, tan tuyo, y que nadie ha podido
—ni creo podrá, para beneplácito mío—
encerrar en un frasco de cristal.
Quizá te prefiero porque te pareces a mí;
ningún atractivo, al menos aparente.
Mi sola presencia no estremece ni flecha corazones.
A veces quisiera compartir contigo este cantero y quedarme en una rama.
Desde allí todas las noches saludaría a las estrellas al vaivén de la brisa,
agradecería el rocío en la mañana
y recibiría con una sonrisa al primer rayo de sol.
¿Compartirías conmigo esas delicias?
... yo no quisiera molestarte, y mucho menos causarte pena.
Es que a veces te veo tan sola,
y hasta me parece que otras te miran tan altaneras
desde altas ramas, desde los jarrones, ...
no me gusta que te hieran,
levanta con altivez tus pétalos, que así,
en compañía de las verdes hojas se ve más hermoso el cantero.
Al menos, si no compartimos el cantero,
¿estarías de acuerdo en compartir nuestros secretos?
Todas las noches te hablaré de mis cuitas
y tú me contarás los secretos de los grillos
y los recuerdos de mi abuela
que yo bien sé lo mucho que conversaba contigo
porque... eras su preferida.
A veces te decía hija, y otras veces: violeta.
Como antes, con mi abuela,
vuelves a ser la preferida en el jardín.
¡Hasta mañana, vicaria!

1 comentario:

Josefina Ezpeleta dijo...

Toti, como no podía ser de otra manera, con este poema, me has hecho llorar. Preguntas por qué??? Por ese amor tan de "Abuela Josefa" que supo hacer vuestro y que ha llegado a mi, creo incluso, que desde que estaba en el vientre de mi madre. Por rememorar las anécdotas que siempre han sido de nuestra familia y que han pasado de generación en generación. En fin, por tanta dulzura en tus palabras y en su recuerdo....Un beso muy grande.
Dana...