Si bien tuve abuelos paternos y maternos maravillosos, también tuve la grandiosa oportunidad de que otra persona me considerara su nieta. A él, a Manuel Navarro Luna, o como siempre le dije, "Abuelo Navarro", van dedicados estos versos.
Recuerdo sus canas brillantes
jugando con el aire,
y sus espejuelos
que escondían sus ojos
con los que decía tanto.
Le recuerdo aquella tarde
en su cuarto,
rodeado de libros y papeles
y los dedos buscando palabras
con las que decía tanto.
Recuerdo sus consejos,
sus palabras cariñosas
y sus mimos y regaños.
Solo puedo recordar,
ya no lo tengo a usted ahora
aunque sé que siempre
lo tendré a mi lado,
y me dirá tanto...
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