domingo, 1 de junio de 2008

La entrevista


Para mí fue algo muy lindo conocer a Martha Jean Claude, "Mamita", a quien quería hacerle una entrevista diferente y siempre, por una u otra razón, dicha entrevista se posponía. Llegó desafortunadamente el momento en que no pude seguir posponiéndola, en que no pude hacerle la tan soñada entrevista. Esto que leerán fue mi conversación con Mamita cuando estaba dormida, ya para siempre.

¿Recuerdas?
Quería entrevistarte
y aquí, en mi gaveta,
quedó la pequeña grabadora
con el casete “en punta”.
Allí, en otra gaveta
quedaron las hojas,
una con algunas preguntas
—que ya no tendrán respuestas—,
otras blancas, como la espera.

¿Recuerdas?
Soñaba escribir un libro
con tu voz,
con tu sonrisa,
con tu Caribe meciendo la tarde.
No hubo entrevista.
Ahora no hay libro.
—¿más adelante quizá?
No sé si pueda.

No tengo las respuestas
a mis preguntas
—tan solas en
aquella hoja tan blanca.
Hoy es lo menos importante.

No tengo tu voz
en la cinta de mi casete
—inmóvil en esa,
mi pequeña grabadora.
Hoy es lo menos importante.

Pero llevo conmigo
tu mirada tierna,
tu inconfundible risa,
tu cariño tan cercano,
tu voz tan del Caribe.
—haitiana, cubana.
¡Caribeña!

No te recuerdo inerte. ¡No!
En sueños te me apareces
con tu inefable canto,
me invitas a bailar
con tus collares y tambores,
y me percato
que mi voz no es la mía,
es la tuya con todo mi ser;
que mi cuerpo no me pertenece
pues es ya parte de tu danza.

Entonces, ahora,
¿qué importa
una entrevista?

Recordarte no es el verbo.
Porque no te fuiste,
porque no estás lejos,
porque te has quedado,
Mamita,
y para siempre.

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