viernes, 22 de agosto de 2008

Y sigo siendo aquella adolescente...

Hoy cumplen 15 años unos versos que escribí, un día como hoy, en el siglo pasado. Cualquiera diría la manida frase: "parece que fue ayer", pero no, hoy esos versos han alcanzado los anhelados 15 años de cualquier jovencita y quiero dedicarles un vals.

Los años pasan
y yo sigo adolescente.
Creo en la poesía del siglo XIX.

Me enredo en la inocencia
de mi romanticismo.

Debo prepararme
para vivir en el siglo XXI

Lo prometo.
Creceré.

Aquel aroma

Ese aroma
que me embriaga
y que mi memoria
—en su otoño—
no identifica.

Decido buscarlo,
me levanto,
ato mis cabellos
con la ternura
de tus recuerdos,
me calzo de esperanza
y envuelta en una nube rosa
desando los pasos…

Llego a la playa,
donde me reconoce
la caracola
donde aún la arena
guardaba mis huellas,
aspiro el aroma
del mar que me acaricia.

Pero…
no es el recuerdo del mar
que me trae aquel aroma
que no logro identificar
… ¿serás tú?

Ella es tímida

Ella es tímida.
¿Acaso no lo sabías?
Su timidez a veces la calla,
pero en ocasiones le provoca
un torrente de palabras
que subyuga.

Ella es tímida.
¿No lo sabías?
Su timidez ha hecho
que no conozcas su poesía
y que de sus intimidades
ni yo me haya enterado.

Ella es tímida.
¿Lo sabías?
Pero su timidez es bella,
cándida, inocente,
y es por eso, quiero que sepas,
que tanto la amo.

Intento de poema

Casi siempre es de noche.
Casi siempre es un duende.
O quizá una viejecita.
O quizá un niño travieso.
O quizá los tres.

Hacen malabares con las frases,
crucigramas con los verbos,
rompecabezas con los sustantivos,
y reparten adjetivos y adverbios
como en un juego de naipes.

Es en ese momento
en que nos parece
tener listo el poema.
Unos lo logran,
otros, solo llegan al intento.

jueves, 3 de julio de 2008

Rimas necesarias, solo para mí... y ahora para ti


Sin ti-contigo

A cada minuto te tengo presente,
a ti mi corazón, a ti mi amigo
y no me doy cuenta de que estás ausente
porque yo estoy aquí, sin ti-contigo.

Siento el latir de tu pecho de acero,
siento tu aliento y mi dolor mitigo,
siento el amor, el amor verdadero
porque yo estoy aquí, sin ti-contigo.

Las olas me traen tu sonrisa clara,
el viento la lleva y yo la persigo,
como si se fuera y a la vez quedara
porque yo estoy aquí, sin ti-contigo.

La luz de tus ojos llega a mi presente,
quiero yo atraparla y no lo consigo,
puedo darte esta noche un beso ardiente
porque yo estoy aquí, sin ti-contigo.

Rima con urgencia

Necesito de ti como del aire,
alimento natural de mi existencia.
Necesito de tus besos, tus pasiones,
como flor al rocío, en la imprudencia.

Necesito de tu ser para mi vida,
tu sincera palabra y tu violencia.
Necesito de tu sueño, de lo íntimo
de tu felicidad en mi vivencia.

Necesito sentir junto a mi cuerpo
ese aroma inconfundible: tu presencia.
Necesito tus caricias, de tus manos,
tu ternura que proteja mi inocencia.

martes, 1 de julio de 2008

Continúan las nostalgias ...


XI

Para acompañarlo
la noche se vistió de tristeza.
Tuvo miedo
y me brindó sus recuerdos
para aislarlos del olvido.
Apuró el tiempo
para alcanzar al menos
una esperanza.
Amaneció.
En sus labios se dibujó
lentamente, su última sonrisa.

XII

En mí
siempre hay una
razón para la ternura
que tú —sin saber—
tanto necesitas.

XIII

Anhelaría encontrarme
con la orilla
de nuestros impulsos,
hallándome plena
en tu sexo renovado.
Quisiera sonreírle
a mi cansancio
y despedirlo,
descubriendo en mi piel
todo tu aliento.

XIV

Ya es de noche
sola en mi cuarto
las estrellas
aburridas de mi soledad
no me miran hoy
la brisa
se abre paso
por entre las ramas
del melocotonero
y sin permiso
llega hasta mi cama
en ella
se siente dueña
y acaricia mi piel
entonces
pienso en ti

XV

Cuando desees
mirar un árbol,
detén tu andar.
Contémplalo.
Mira la tierna hoja
que apenas asoma su verde
en la rama, para verte.
Mira la aferrada raíz
que anhelante pide
un poco más de la tierra.
Míralo bien.
Mañana ni el árbol, ni tú,
serán los mismos.

XVI

Ayúdame a rescatar
la añoranza tras la reja.
Cubre bien con tus rayos
a la nostalgia que se aleja.
No me dejes más a solas
sin candor que me proteja.
Haz algo por mi amor
dice que se va y me deja.

XVII

Fuiste tú
un pasaje fugaz,
un algo imperecedero
y a la vez perdurable.
Fuiste la mañana
que atardeció
sin permitirme
siquiera soñar.
Fuiste la pérdida
de una mentira sincera
que no llegué
a comprender.
Fuiste tú ...
y hoy eres la nostalgia
que busco para versar
aunque tan solo haga una estrofa.

XVIII

No se me permite amarte,
ni besar tus ojos dormidos,
ni añorar tu derroche de ternura.
No me está permitido mirarte
como si la lascivia de mi mirada
dañara tu gentil presencia de cordura.
Se me ha prohibido tocarte,
y creo han hecho bien
pues de hacerlo,
desataría mi locura.

XIX

A veces me escondo
y espero no me halles,
pero queriendo dar contigo
salgo,
recorro nuevamente las pupilas,
... ¡y nada!
Después te escondes tú,
te lanzas al laberinto
te pierdes con mis anhelos,
salgo,
yo de nuevo buscando tu pupila
... ¡y nada!
Ya casi me aburro
de no encontrarte...

XX

La buscaba con los ojos
cuando se le negó la mirada,
quiso percibir su voz
cuando un grito lo ahogó.
Sentía su peculiar aroma
cuando fue izado por el viento,
casi creyó rozarla
cuando se sintió tan aislado.
Sintióse desamparado,
trató de llorar y no pudo.
Entonces recordó, algo le quedaba...
... no había olvidado su sabor.
Y con ese recuerdo
pudo seguir viviendo.

viernes, 20 de junio de 2008

sábado, 14 de junio de 2008

Nostalgias para poemas

A partir de hoy, publicaré en el blog algunos "poemas sin nombre", parte de los ecos de mis antojos y que los he titulado en su conjunto como "Nostalgias para poemas". Fueron escritos en diferentes momentos de mi vida, en diferentes épocas del año, con diferentes estados de ánimo, con inspiraciones diferentes, así que tienen diferente olor, sabor y sonido (disculpen la reiteración de "diferente"). Como bien dijo --en mi opinión-- Dulce María Loynaz, "La poesía no tiene que ser útil. Tomarla como profesión o propaganda me parece como una profanación", estos poemas no son de utilidad alguna, sino que simplemente salieron de mi pecho desgarrándolo y ... ¿quién sabe? pudieran sentir que salen del pecho de cualquiera de ustedes.

I
no quiero que cuentes la tardanza
de mis húmedos deseos con tus manos,
espérame, que iré sin otro traje
que la bondad y el dulce antojo de amarte ...
... para atrapar tu luz con mis madejas,
para tejerte en torno a la esperanza
y no dejar que escondan las estrellas
tu aroma, tu anhelo, tus palabras.

II
Me vestiré de espuma,
tú en el viento
me buscarás cantando
y la guitarra llenará
de arpegios el frío aliento
cobijando tu brisa
y mi nostalgia.
Con lazos juntaremos los anhelos
y asomados a la melancolía,
reuniremos travesuras y deseos
para besarnos ... día a día.

III
Hoy tengo perdido el horizonte de mi presencia,
mi horizonte.
¿A dónde voy?
¿Por cuál camino encontraré mi verdad?
Me pierdo con la bruma de mis confusiones
y siento cada amanecer
Esta noche me despedí de la esperanza,
y prometió no volver.
¿Por qué me abandona
a solas con las culpas y los llantos?
Necesito una virtud, tan solo una,
que me rescate del insondable
abismo de lo incierto ...
... para volver a la creación de la leyenda
y encontrar mi sonrisa y mis anhelos.

IV
Anhelo aunque sea un reproche
en tu mirar
y es porque ansío
la cotidianidad
para nuestras vidas.

V
¿Has oído hablar de sueños?
Te hablo
de los que nos llevan
de la mano
por el arco iris,
de los que nos provocan
sensaciones
a la orilla
de nuestros impulsos.
Me refiero
a los que excitan
nuestra ternura,
y nos permiten
pasear junto
al hechizo
inconmensurable
de lo insólito.

VI
¿Sabías acaso
que te buscaba?
Hace muchos sueños
busco tu ternura
y mis manos
se imaginan tu silueta.
Hace muchos besos
mis labios te esperan
y mis ojos
lloran por tu ausencia.
Hace muchas caricias
mi cuerpo te llama
y mi corazón
necesita tu presencia.
¿Sabías acaso
que te buscaba?

VII
Me sale una frase
del recuerdo mismo,
hago un último intento
por poemizar mi esperanza.
Pero mohosa palabra
no cabe en este verso
y no encuentro vocablo
que no agonice en el intento.

VIII
Si se me extraviara,
aunque sea por un rato,
la tristeza ...

IX
Detengo la inspiración
de mi último poema
para abrigar una esperanza.
Memorizo la melodía
de tu voz para escuchar
lo que no has dicho.
Atrapo la ilusión
de la primera vez
para que nunca sea la última.
Guardo la sencillez
de mi intimidad para mañana,
cuando tú me necesites.

X
Cúbreme con la ternura
y dame el verso
para alcanzar tu orilla,
ocultando mi dicha
de toda impertinencia.

viernes, 6 de junio de 2008

Descúbreme

Descúbreme
en el amanecer
de sábanas limpias
y en el olor a café.

Descúbreme
en el rayo de luna
que inoportuna
tu privacidad.

Descúbreme
en tu piel,
en tu aliento,
y en toda tu sed.

Descúbreme
en el reflejo
de tu existencia
inevitable.

Descúbreme
que te espero
en la nostalgia
de tus recuerdos.

lunes, 2 de junio de 2008

Solo entonces sonreí

Nunca antes había percibido esa sensación, tan extraña...
Me encontraba en un lugar en que no había estado
y sin embargo, me resultaba familiar.
En realidad, no todo me era familiar,
pero algo me hacía no sentirme como una extraña
y no supe qué era hasta... después de haber regresado.
Entonces sonreí.

Sí que era extraño el lugar,
Todo estaba envuelto en una neblina rosa, brillante, casi transparente
y aunque hubiera parecido un paisaje agreste,
la música le proporcionaba cierta belleza.
¿La música?, sí, el ambiente era musical
y una melodiosa brisa me envolvía,
imprimiéndole caprichosos movimientos a mi túnica azul celeste.

Yo caminaba, aunque a decir verdad,
me deslizaba a pocos centímetros de aquel suelo pedregoso
de los colores más vivos que puedan imaginar.
Cuarzos, malaquitas, mica, rodomitas, aguardaban mi andar
y parecía como si me recibieran con un murmullo musical,
casi imperceptible.
Y la luz.
No sé de dónde provenía aquella mortecina luz que reinaba en el lugar.
Hubiera parecido en ocasiones lúgubre, pero no lo era.
¿Dónde estaba?
¿Cómo había llegado hasta allí?
¿Qué me había llevado hasta ese lugar?
¿Para qué?

Y todo lo contrario a lo que pudiera ser,
yo no me sentía sola aunque nadie había por aquellos solitarios parajes.
Recorrí así aquel lugar y a cada golpe de vista
recibía una impresión diferente, una belleza distinta.
De veras que es una lástima que no haya sido pintora
para llevarlo a lienzos, ni que haya sido escritora para describirlos.
Lo mismo me veía ante un paisaje volcánico,
que ante un precioso y brillante mar,
que ante una vasta llanura,
o ante una cadena de nevadas montañas.

¿Ya dije algo de la música?
Lamenté no llevar papel y pluma,
pero creo que ni habiéndolos llevado
hubiera podido trasladar al pentagrama
tan bella, extraña y sensible melodía.

Decidí sentarme en una gran roca
desde donde podía mirarme en aquella superficie brillante.
Me sentía... tan extasiada...
Un leve temblor recorrió mi cuerpo, ya no estaba sola,
en la brillante y azulada superficie apareció ÉL.
¿Sería cierto?
No quería levantar los ojos
para no tropezar con la triste realidad que no estuviera.
Pero aquella sonrisa me decía, como otras veces:
“Ya estoy aquí, ven...”

Fue entonces que mi mirada tropezó con la de ÉL,
solo entonces sonreí.
¡Era ÉL!
Yo sabía que volvería a verlo...,
me vi de pronto en sus brazos,
mis labios se confundieron con los de ÉL y pude acariciarlo,
sus dedos se enredaron en mis cabellos,
mis uñas arañaron suavemente su espalda...

No nos dijimos nada, la música nos embelesaba
y si nuestra unión siempre había sido bella,
lo era más aún...
Nada enturbiaba la armonía del momento,
ciegos de ensueño nos amamos intensamente
hasta que el rocío del amanecer humedeció nuestra piel,
refrescándola.

Fue entonces cuando le pregunté:
“¿Dónde estamos?”
Y me contestó:
“En mí”.

No sabía yo cómo había llegado hasta allí,
pero nada me interesaba a no ser el disfrute del lugar,
del amor, de nuestro amor.
Caminamos de la mano bajo aquel cielo iluminado por tres soles;
ahora me daba cuenta que no era azul, era rosa.

ÉL se acercó al suelo y escogió una pequeña piedrecita
que despedía destellos arco-iris. Me la regaló.
¡Cuán bella era!
La contemplamos unos segundos en mi mano derecha y la cerré,
queriendo atrapar con ello la felicidad.

Nos amamos nuevamente,
con vehemencia nos besamos,
nos entregamos el uno al otro, como tantas veces...

Presentía que el momento de la despedida iba a llegar
—no me pregunten por qué—,
pero no quería pensar en ello.
Pretendía tan solo ser feliz..., nuevamente.
Hubiera preferido quedarme, no regresar nunca más, pero...
... desperté. A mi lado, el espacio vacío de ÉL.
En mi pecho, el libro que leía antes de dormirme;
el diario de mi esposo en la expedición a aquel planeta,
de la cual no pudo regresar más.

De mi mano derecha salían unos destellos arco-iris,
la abrí y no me cansé de mirar una diminuta y extraña piedrecita...
... solo entonces sonreí.

domingo, 1 de junio de 2008

A ti

A ti, mi fiel amado,
estos versos.
Tú, que estás
presto siempre a la caricia,
en las noches cálidas,
en las mañanas frías.

A veces
me entrego a ti
con toda mi sed,
tu caricia me envuelve,
tu aroma me embriaga,
y resbalas sobre mi piel.

A veces
vienes tú a mí
con toda tu humedad,
tu aroma me envuelve,
tu caricia me embriaga,
y en ti resbala mi piel.

A veces,
a veces.
Pero estás siempre allí.
esperando mi piel
y urdiendo nuevas caricias.
Por eso ahora,
en que no puedo estar contigo,
te recuerdo y susurro:
¡Gracias, mar!

Un nuevo mundo


Un nuevo mundo comenzaba
y yo allí,
en ese mundo nuevo
y con mi memoria.
Algo recordé
y me lancé en su búsqueda.
No descansaría
hasta hallarla.
... horas de cansancio...
... lágrimas de desesperanza...
¡Apareció!
En un apartado lugar estaba.
Ella allí y yo con mi memoria.

Ella, esperando ser abierta,
yo allí para impedirlo.
Cerca, un volcán nos esperaba.
Me lancé con ella a la boca de fuego,
moría en mi sonrisa,
pero nadie podría allí,
en ese mundo nuevo,
abrir la Caja de Pandora
.

Él quería creer en ella..., pero no podía


ÉL quería creer en ella..., pero no podía.
Había andado muchos pasos y no llegaba a verla,
tenía tanta sed, y no podía beberla,
estaba turbia y no era esa el agua que necesitaba,
de la cual había tomado una vez, tan quedo,
que por mucho tiempo no volvió a experimentar esa sensación.

Pero ahora la necesitaba... y solo ELLA debía ser.
Caminó por escabrosos senderos y espacios rutilantes,
la buscó en parajes llanos y en altos páramos, pero...
Nada, la búsqueda resultaba infructuosa.
ELLA no aparecía.

Ya deliraba y creía verla a cada paso.
Necesitaba tenerla cerca, tenerla,
y la llamaba como un loco.
ELLA tenía que oírlo,
debía saber cuán necesaria le era
y acudir a su llamado.

Ya extenuado, las estrellas lo rodearon
y lleváronle por un camino galáctico hasta su gruta.
Calladas, se fueron a cumplir su misión nocturnal
y allí le dejaron.
Solo se escuchaban las notas de un arpa eólica
y la palabra que ÉL adormecido musitaba: ELLA... ELLA

De pronto, sintió como si su cuerpo se cubriera de una agradable humedad, un aroma delicioso lo rodeaba, pétalos lo acariciaban.
Sació su sed con vehemencia ardorosa
y en sus labios sintió el néctar inconfundible de ELLA.

Entonces creyó en ELLA. ¡Era ELLA!
Acudía a su llamado.
No eran necesarias las palabras,
confundiéronse en un abrazo que cual destello los unía para siempre;
el sexo de ELLA fue de ÉL, y el de ÉL fue para siempre de ELLA.

Y en esa unión ÉL dio la bravura, ELLA la belleza;
ELLA dio el agua y ÉL dio el espacio.
Brotaron entonces, de aquella gruta, los mares.

Recordando



Si bien tuve abuelos paternos y maternos maravillosos, también tuve la grandiosa oportunidad de que otra persona me considerara su nieta. A él, a Manuel Navarro Luna, o como siempre le dije, "Abuelo Navarro", van dedicados estos versos.




Recuerdo sus canas brillantes
jugando con el aire,
y sus espejuelos
que escondían sus ojos
con los que decía tanto.

Le recuerdo aquella tarde
en su cuarto,
rodeado de libros y papeles
y los dedos buscando palabras
con las que decía tanto.

Recuerdo sus consejos,
sus palabras cariñosas
y sus mimos y regaños.

Solo puedo recordar,
ya no lo tengo a usted ahora
aunque sé que siempre
lo tendré a mi lado,
y me dirá tanto...



La entrevista


Para mí fue algo muy lindo conocer a Martha Jean Claude, "Mamita", a quien quería hacerle una entrevista diferente y siempre, por una u otra razón, dicha entrevista se posponía. Llegó desafortunadamente el momento en que no pude seguir posponiéndola, en que no pude hacerle la tan soñada entrevista. Esto que leerán fue mi conversación con Mamita cuando estaba dormida, ya para siempre.

¿Recuerdas?
Quería entrevistarte
y aquí, en mi gaveta,
quedó la pequeña grabadora
con el casete “en punta”.
Allí, en otra gaveta
quedaron las hojas,
una con algunas preguntas
—que ya no tendrán respuestas—,
otras blancas, como la espera.

¿Recuerdas?
Soñaba escribir un libro
con tu voz,
con tu sonrisa,
con tu Caribe meciendo la tarde.
No hubo entrevista.
Ahora no hay libro.
—¿más adelante quizá?
No sé si pueda.

No tengo las respuestas
a mis preguntas
—tan solas en
aquella hoja tan blanca.
Hoy es lo menos importante.

No tengo tu voz
en la cinta de mi casete
—inmóvil en esa,
mi pequeña grabadora.
Hoy es lo menos importante.

Pero llevo conmigo
tu mirada tierna,
tu inconfundible risa,
tu cariño tan cercano,
tu voz tan del Caribe.
—haitiana, cubana.
¡Caribeña!

No te recuerdo inerte. ¡No!
En sueños te me apareces
con tu inefable canto,
me invitas a bailar
con tus collares y tambores,
y me percato
que mi voz no es la mía,
es la tuya con todo mi ser;
que mi cuerpo no me pertenece
pues es ya parte de tu danza.

Entonces, ahora,
¿qué importa
una entrevista?

Recordarte no es el verbo.
Porque no te fuiste,
porque no estás lejos,
porque te has quedado,
Mamita,
y para siempre.

Todo Caribe


Dedicado a Nancy Morejón, poetisa cubana, con la cual aparezco en la foto junto a la escritora estadounidense Alice Walker.


Miré a tus ojos
allí estaba todo él.
Miré tu sonrisa
y allí también estaba pleno.
Miré tu voz,
cual torrente, manantial
y estaba también allí completo.

Todo el caribe
cabe en tu mirada,
en tu sonrisa, en tu voz.
Todo el Caribe.

Yo diría
—si me permiten—
que el Caribe eres Tú.

Tenue rayo


También edité un poemario bilingüe de Miguel Barnet y un 28 de enero, en su cumpleaños, le regalé estos versos:

En este mundo de tinieblas,
de odios,
de volcanes,
de gritos,
de humo de tanta pólvora...
En este mundo sin dioses
y con muchos dioses,
sin aliento,
sin esperanza...
Queda una luz,
queda la calidez
de un tenue rayo.

Será este mundo iluminado,
de ternura,
de surtidores,
de vicarias,
de milagrosas fragancias de mayo...
Será este mundo con dioses
y sin muchos dioses
un mundo de fe,
de esperanza...

Queda esa luz,
queda la calidez
del tenue rayo.
Tu poesía y tú.

Gracias



Tuve la oportunidad de editar un poemario bilingüe de Roberto Fernández Retamar y de trabajar con él. Conocí a un gran escritor, pero sobre todo, a un hombre de un gran corazón. Quise de alguna forma darle las gracias por haber trabajado con él y con sus poemas, aquí tienen el resultado.

Gracias,
por brindarme la oportunidad
de manosear sus versos
—en inglés—
y de leerlos
—en español—
como quien quisiera escribirlos de nuevo
y no los alcanza.

Gracias,
porque pude reafirmar mi concepto de Patria,
porque aprendí cuánto vale un Aniversario
cuando está presidido por el amor.

Gracias,
por traer a mis recuerdos
aquel día en que dije “sí a la historia”,
que “el alma (...) es definitivamente mortal”,
que “el hombre no es de piedra” y que
Es mejor encender un cirio que maldecir la oscuridad.

Gracias,
Por tantas cosas que aprendí:
que “lo exacto se hace azul”,
cuál es la “única raza realmente superior del planeta”,
que se puede escribir un poema “con un trozo
sobrante de Casiopea”, y
que “por lo pronto ya sé: no bajar la cabeza”.

Gracias,
porque cuando me pregunto ¿Y Fernández?
hallo respuesta en El fuego junto al mar,
y cuando Uno escribe un poema Con las mismas manos
con que ama,
Detrás de una ventana aparecen Un hombre y una mujer,
y es entonces cuando se nos escapa
el mejor de los sentimientos.

Gracias,
porque Por un instante pensé en ni siquiera tener
una Sonata para esos días y piano
o saber dónde se hallan Las puertas del cielo,
o no saber ciertamente si concluyó o no
“aquel poema sobre la Comuna”.

Gracias,
porque descubrí que Es bueno tener de vez en cuando
una Nota junto a la almohada
y Es bueno recordar aquellos Ojos llenos de letras
para rendirnos Ante la belleza en la
Última estación de las ruinas.

Gracias,
por presentarme a Juana de un modo diferente,
por enseñarme dónde vivió Brecht: Aquí,
por compartir conmigo La última carta a Julio Cortázar,
un café y los recuerdos de Yeyé,
por “no ser ni creer”, sino sentir
Una salva de porvenir en la brisa.

Gracias,
ahora,
y para siempre.


No les voy a contar qué sucedió cuando, en un arranque de atrevimiento, se lo dí a leer al propio Retamar. De ese momento escribí lo siguiente:

El día que pude casi versar un haiku

No quiero perderme
cada expresión de su rostro
cuando en silencio leía
mi poema —su poema.

Y al final,
lo inesperado,
me llamó poeta.

De la loma al verso



Con todo el cariño del mundo le dediqué estos versos a Pablo Armando Fernández, por quien siento un gran cariño y lo más importante, sé que es recíproco.


desde la loma de la cruz
se han escrito mis versos
sin importar dónde ha estado
este mi cuerpo
mi yo material tangible

que siempre asciende
peldaño a peldaño despacio
para llegar hasta la cruz
cruz de mi niñez de mi pueblo
solo entonces escribo

allí sentada en un banco
que solo es mío para mí
en el banco que me cuida la nube
y aquel rayo de sol
y la estrella que más brilla

pues son todo mías las calles
que vienen a mí sin preguntar
con los parques y sus pasos
con las vicarias de entonces
y un general al frente

desde la loma de la cruz
peldaño a peldaño despacio
en el banco que me cuida la nube
con las vicarias de entonces
me viene a la memoria el verso

Glosa a Carilda

Tuve el honor de conocer a la gran poetisa matancera Carilda Oliver Labra. Su dulzura me inspiró esta glosa que sé le gustó mucho, algo que me emocionó extraordinariamente.

Amado: cuando yo duerma,
Cuídame tu mano mala:
Siempre supe que es un ala
Que aquí en la tierra se enferma.
Carilda

Quiero verte en la aurora
y que en la bruma me beses,
acunarme en tus reveses
y sentir a cada hora
esta paz consoladora:
toda mi albura en tu esperma
y que esta, mi tierra yerma,
al final deje de serlo
para que tú puedas verlo,
amado, cuando yo duerma.

Y dormiré en tu regazo
para soñar con tus besos,
tus caricias, y con esos
susurros y con tu abrazo.
No, amor, no me hagas caso,
no sé volar sin mi ala,
mejor me quedo en la sala
para cuidar de nosotros
y antes de que lleguen otros,
cuídame tu mano mala.

La mano que siempre loca
acarició mi inocencia
y derramó su presencia
en mis senos, en mi boca,
que hace tierno lo que toca,
que mi demencia hala
y que casi como bala
se adentró en todo mi ser.
Pero he de reconocer:
siempre supe que es un ala.

Ala que cuida mi aliento,
mi ilusión desvanecida,
mis recuerdos y mi vida,
y que en cada nuevo intento
perdona lo que yo siento.
Y perdóname que duerma,
siento que mi aliento merma,
deja salir mi alma pura
pues en el cosmos se cura,
que aquí en la tierra se enferma.

Al Caballero de la Triste Figura


Este poema está dedicado a todo aquel que se sienta Quijote, que sienta que su lanza puede ser útil aún en este siglo, que se sienta capaz de cabalgar de nuevo Rocinante.

En un lugar de la Mancha de cuyo
nombre no quiero acordarme...
Miguel de Cervantes y Saavedra

Quiero hablar con usted,
con Don Quijote de la Mancha,
con el caballero Andante
y no con Alonso Quijano.

Quiero que en un momento
deje de pensar en Dulcinea
se olvide del Caballero de la Blanca Luna
y cabalgue Rocinante
para pedirle tan solo
que no baje su lanza
pues la necesitamos en este siglo.

sábado, 31 de mayo de 2008

Hace ya 42 años

Mi hermana Olgui y yo nos dijimos un "hasta luego" un 14 de agosto de 1960. No lo sabíamos entonces, pero resultó un "adiós" largo, demasiado largo..., 42 años después fue que me decidí a escribir sobre este hecho que desgarró nuestros corazones. Gracias a Dios, siempre nos unió un hilo invisible que ni nosotras mismas sabíamos que existía, pero que logramos descubrir. Hoy somos las mismas hermanas inseparables de siempre.

hace ya 42 años
un 14 de agosto
todo mi ser
con mis pocos diez años
con mi ingenua alegría
—o mi alegre ingenuidad—
te decía hasta luego
con aquella mi pequeña manita
sin saber sin imaginarme
que era un adiós
tal vez un good bye
un hasta luego demasiado largo

hace ya 42 años
crecí y para mí eras
la hermana que estaba “allá”
con la que no pude compartir más
los juegos
los primeros amores
las dudas
las razones de vivir

hace ya 42 años
y compartimos hoy todo
la alegría
el dolor
la tristeza
el desasosiego
pero me pregunto
con la misma ingenuidad de antes
—por suerte la conservo—
¿dónde está ese tiempo perdido
que no pudimos compartir?

Solo hacia ti


Claro que no podía faltar un poema dedicado a quien me tuvo en su vientre por nueve largos meses y ha velado cada segundo de mi vida y la de mis hijos: Josefa Laplace, más conocida como Chefa.

Esa sensación que solo se siente
Cuando los dos corazones laten al unísono
Y tu mano, esa mano que tantos años
Ha acariciado mis cabellos,
Se siente más cálida que nunca.

Ese rubor que se siente
Cuando lees mis pensamientos,
Cuando descubres mis secretos,
Cuando sabes lo que pienso
Con solo mirarme a los ojos.

Ese saber que me quieres
Y que me diste la vida,
Que tornarías la noche en día
Con tal de verme sonreir.

Y esa alegría que siento
Al ver dulzura en tus ojos
Y al sentirte feliz
Cuando te doy una rosa.

Solo se siente contigo,
Solo se siente hacia ti, mamá.

Nubes mágicas


Mi otra abuela, Doña Rosa Heredia, nació en Cuba, tan cubana como las palmas mambisas. Con mi abuelo, Don Luis Ezpeleta Pérez, tuvieron seis hijos: Luis José, Rosita, Guillermo (mi papá), Carlos, Margarita y María Mercedes. La recuerdo siempre con su dulzura y su delantal y de mis recuerdos son estas "nubes mágicas".


Tantos recuerdos agolpados en mi memoria
alrededor de aquella casa,
la casona de la infancia de mi padre,
la casona de mi propia infancia.

De pequeña, entraba por el zaguán
—inmenso zaguán ante mis pequeños ojos—
y subía, trabajosamente subía
aquellos pocos escalones
para encontrar —de seguro—
a abuela Rosa con su limpio delantal
en la cocina,
o en el ancho pasillo que bordeaba el patio,
o junto al aljibe.

Le gustaba contemplar su cupey
—crecía allí como si
no debiera crecer en otro lugar—
y nos hablaba de él como de un ser querido.

Le gustaba sentarse con todos nosotros
a ver los animales,
los duendes, los gigantes, los árboles,
las flores en el cielo.
—¿En el cielo?—
Sí, animales de nube o nubes de animales,
y de duendes, y de gigantes
y de lo que quisiéramos ver.

Todos veíamos algo diferente,
y abuela siempre tenía un cuento
para cada nube, para cada uno de nosotros.
Y nos montábamos en aquel caballito,
le halábamos la trompa al elefante,
nos escondíamos del gigante
detrás de aquella roca inmensa,
y jugábamos con los duendes.

Ahora, tantos años después,
el zaguán es mucho más chico,
el patio se ha encogido,
abuela Rosa no está,
y tampoco estamos nosotros.

A las nubes allí
se les acabó la magia.

Conversación con una flor



Mi abuela, Doña Josefa Aused salió también jovencita de España, de una aldea en los Pirineos Aragoneses llamada Barbaruens. En su primer matrimonio tuvo dos hijas: Nieves y Lilia, y en su segundo matrimonio con Don Juan Laplace tuvo tres hijas --Juana, Josefa y Carmen-- y un varón --Juan, en Holguín, pueblo del que hizo su propio terruño. Tenía pasión por un tipo de flor con la cual yo tuve una conversación en homenaje a ella y quiero compartirla contigo:

Quizá porque aparentemente ninguna belleza te adorna.
No, no te pongas brava, no hagas ese mohín con tus pétalos
y escúchame, por favor.
Eres poseedora de cinco pétalos de forma nada conmovedora
—convencionales, diría yo.
Ni siquiera eres una flor altiva que se yerga entre las restantes.
Si tuvieras más pétalos, como los heliotropos, serías más atrayente, ¿no?
Pero eso es precisamente lo que me gusta; eres sencilla.
Tu ingenuidad se trasluce en esa forma simple de tus pétalos,
poseedores de una gran capacidad para la ternura.
Además, ¿te has fijado en tus colores?
Nada llamativos, poco intensos los tonos.
Es como si no te maquillaras.
Por eso te prefiero, por tu naturalidad.
Cuando te veo blanca, tu pureza resalta por sobre otras virtudes
y me parece por instantes que solo yo tengo el privilegio de disfrutarla,
como quien disfruta —a solas— de un concierto.
Cuando te me presentas malva-rosa,
es como si la eterna juventud estuviera por ti representada.

Y siempre, con ese donaire de sencillez.
luciendo tu modestia con modestia.
Yo te veo así, pero parece que otros no.
Es como si no te pudieran ver más allá de tu exterior,
o como si no te vieran, simplemente.
Los poetas le han cantado a las rosas, a los girasoles,
a las margaritas, a las orquídeas, a las mariposas, y a tantas otras...
y de la sensibilidad de esos poetas nadie duda.
Han sabido penetrar por entre los pétalos de esas flores.
¿Será que esos poetas nunca han tenido cerca un cantero sembrado de ti?
... es posible.
No tienes la fragancia de la rosa, ni del jazmín.
Pero yo te siento el aroma de la agradecida flor ante el rocío,
ese olor tan propio, tan tuyo, y que nadie ha podido
—ni creo podrá, para beneplácito mío—
encerrar en un frasco de cristal.
Quizá te prefiero porque te pareces a mí;
ningún atractivo, al menos aparente.
Mi sola presencia no estremece ni flecha corazones.
A veces quisiera compartir contigo este cantero y quedarme en una rama.
Desde allí todas las noches saludaría a las estrellas al vaivén de la brisa,
agradecería el rocío en la mañana
y recibiría con una sonrisa al primer rayo de sol.
¿Compartirías conmigo esas delicias?
... yo no quisiera molestarte, y mucho menos causarte pena.
Es que a veces te veo tan sola,
y hasta me parece que otras te miran tan altaneras
desde altas ramas, desde los jarrones, ...
no me gusta que te hieran,
levanta con altivez tus pétalos, que así,
en compañía de las verdes hojas se ve más hermoso el cantero.
Al menos, si no compartimos el cantero,
¿estarías de acuerdo en compartir nuestros secretos?
Todas las noches te hablaré de mis cuitas
y tú me contarás los secretos de los grillos
y los recuerdos de mi abuela
que yo bien sé lo mucho que conversaba contigo
porque... eras su preferida.
A veces te decía hija, y otras veces: violeta.
Como antes, con mi abuela,
vuelves a ser la preferida en el jardín.
¡Hasta mañana, vicaria!

Huellas


Mi abuelo, Don Juan Laplace y Saavedra, salió de su natal Barjas (León, España) hacia Cuba, siendo un chaval. Hizo en la ciudad de Holguín una familia muy linda a la cual me honro en pertenecer y quise dejar para siempre el recuerdo de nuestro abuelo en este bosque de bojs:

La huella había quedado en mí grabada,
y como toda huella en el alma,
para siempre.

Indeleble huella
que le ha hecho mofas al tiempo
y le juega bromas cada año,
cada julio,
a las velitas del cake.

Huella del recuerdo de León,
que el viento del Este trajo,
llenando de salitre
la única foto de Bárbara.

Huellas de cantares y de boinas
que él grabó con paciencia en nosotros,
aspirando el humo
del horno de carbón cercano.

Huellas de estampas de su España,
que las hizo nuestras
con las mismas callosas manos
con que acariciaba nuestros sueños.

Huellas de la España, la palmada y el olé,
custodiadas en mi memoria
por la dulce mirada de quien
siempre está: mi Don abuelo Juan.

viernes, 30 de mayo de 2008

Ante una foto

Allá por el año 1959, mi padre, Guillermo Ezpeleta Heredia, visitó Guatemala y una de las primeras cosas que quiso saber fue dónde estaba enterrada la Niña de Guatemala, María García Granados. Lo llevaron al cementerio de Antigua Guatemala y allí fue mi padre a llevarle flores. Ante esta foto y recordando a ese gran hombre que más que padre fue mi amigo, mi confidente y... que aún lo es, escribí el poema "Ante una foto":


“Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor;...

Nunca me lo contaste en detalles.
Pero me parece verte llegar a la ciudad
—a esa ciudad de piedras e historia—
y preguntar por el río donde ella murió (de amor).

Nadie pudo responderte.
Entonces te mostraron la casa de la familia
—esa casa que aún guardaba Su Voz—
donde querías hallar aquella almohadilla de olor.

Nadie la había vuelto a ver. Nunca más.
¿Quién dijo, papá, dónde estaba ella?
No se verían, pero no podías dejar
de llevarle jazmines y lirios.
No hablarían, pero ella sabría que todos los desmemoriados
la hemos recordado siempre.


... La niña de Guatemala,
la que se murió de amor”.

José Martí

Sitio poblado de boj



Soy un sitio poblado de boj
y no lo sabía...
Sin embargo,
siempre he estado plena, llena
—¿de boj?—
de amor, de aciertos y desaciertos,
de ternura
de cuánto sentimiento
y de llantos, ¿por qué no?

Soy un sitio poblado de boj
donde quiera que me encuentre
y llevo todos los bojs del mundo
conmigo, en mí,
pero nadie lo sabía hasta hoy
en que lo he confesado.

Soy un sitio poblado de boj
y sigo siendo yo,
esta mujer todo sentimiento,
esta mujer, aunque no lo crean, tímida,
esta mujer que por encima de todo
es fiel a ella misma y a sus antojos.

Soy un sitio poblado de boj
y dicen que nací en 1950
—en la misma mitad del siglo xx—
pero no, mis bojs, mi yo-boj
nació en 1095, quizás antes.

¡Cuánto tiempo llevo siendo
—y seguiré siendo—
un sitio poblado de boj!